Época: América
Inicio: Año 1200 A. C.
Fin: Año 900




Comentario

El valle de México se levanta a 2.236 m. de altitud media y tiene una extensión aproximada de 7.200 km2. La topografía de la cuenca ha hecho que se genere un drenaje interno y una sucesión de lagos y cursos de agua que se extienden sobre los 1.000 km2; estos lagos son salinos al norte -Xaltocan, Zumpango y Texcoco-, y de agua dulce al sur -Chalco y Xochimilco. El régimen de lluvias también es desigual, siendo más abundante y regular al sur, razón por la cual se van a gestar aquí los principales acontecimientos culturales del Formativo.
Esta zona había soportado sistemas de vida sedentarios a lo largo de la fase Playa (6.000-4.500 a.C.); después se establecieron dos pequeños poblados en tiempos Zohapilco (3.000-2.000 a.C.). La población fue evolucionando poco a poco y ocupando la cuenca, de manera que para la fase Tlalpan (1.600 a.C.) se estableció en Tlatilco y formó una pequeña aldea. Asentamientos similares surgieron en Zacatenco, El Arbolillo y Ticoman, dando lugar a un estilo de figurillas que, con las lógicas transformaciones del tiempo, perdurará hasta los aztecas. Durante todo el Formativo Medio, tanto este sitio como Tlapacoya tuvieron influencia olmeca, introduciendo una cerámica de engobe blanco con borde negro, grandes figurillas huecas y decoraciones de hombres jaguar y serpientes de fuego.

Existe arquitectura pública de arcilla desde 1.300 a.C. en Tlatilco, aunque este es un sitio bastante desconocido por la superposición de la ciudad de México. Otro centro de importancia fue Cuicuilco, que levantó una gran estructura circular de varios niveles desde el 400 a.C. La documentación arqueológica señala que la sociedad de Cuicuilco tuvo un sistema intensivo agrícola, incluyendo diques y canales para el riego. La población pudo vivir en torno a los conjuntos arquitectónicos, en un sistema similar al que más tarde pondría en práctica Teotihuacan y, hacia el 200 a.C., pudo haber alcanzado los 20.000 habitantes.

También el valle de Teotihuacan fue ocupado por pequeñas aldeas campesinas a finales del Formativo Temprano que tuvieron una baja evolución cultural hasta que en el 400 a.C. levantaron sus primeras estructuras públicas. Esta actividad se vio acompañada por la ocupación de las colinas bien defendidas que rodean el valle, fuera de las buenas tierras agrícolas, donde cada comunidad levantó al menos una pequeña pirámide, conformando unos centros a los que se ha denominado Tezoyuca. Seguramente, en esta época la cuenca estuvo ocupada por diversos grupos que se enfrentaban entre sí por su control.

Entre el 200 y el 100 a.C. tres jefaturas pugnan por el control del valle de Teotihuacan -Tezoyuca, Cuanalan y Teotihuacan-, al mismo tiempo que se llevan a cabo importantes obras de canalización y de drenaje, y se produce una innovación agrícola de singular importancia, la chinampa, que permitió la obtención de mayores excedentes de producción.

Hacia el 150 a.C. Cuicuilco, el centro competidor más importante en el sur de la cuenca, fue destruido por una erupción volcánica. Al mismo tiempo, se produce la victoria de Teotihuacan sobre las demás unidades políticas, de manera que para el 100 a.C. el sitio consigue su verdadera traza urbana y alcanza una extensión de 8 km2, transformándose en una gran metrópoli que, durante el Clásico, dominará políticamente el centro de México.

En el inicio de nuestra era Teotihuacan concentra la mayor parte de la población de la cuenca de México, alcanzando unos 40.000 habitantes. Como consecuencia de ello, el campo se despuebla, quedando tan sólo una pequeña ocupación campesina agrupada en aldeas y poblados dispersos. Debido a la afluencia masiva de gente, sus dirigentes se vieron obligados a trazar una planificación urbana bajo un control muy centralizado, formalizada desde el 50 d.C. por medio de dos grandes avenidas que dejaban una orientación general de 15" 25` hacia el este: la Calzada de los Muertos, que divide la ciudad de norte a sur, y la Avenida Este-Oeste, que lo hace de oriente a poniente. En torno a estos dos ejes básicos se organizaron los conjuntos residenciales y templos, siguiendo un patrón de parrilla que documenta el grado de centralización política alcanzado en la ciudad.

Desconocemos las causas por las cuales se concentró un número de habitantes tan grande en torno a Teotihuacan. Sin duda el éxito obtenido por una base agrícola intensiva fundamentada en un sistema de canales e irrigación permitió obtener la cantidad de excedentes necesaria para concentrar de golpe a unos 40.000 individuos. Por otra parte, el desarrollo de trabajos y artesanías especiales como la obsidiana y la cerámica debió atraer muchos campesinos ante las exitosas perspectivas económicas que proporcionaba la ciudad. Por último, Teotihuacan pudo ser un centro de integración religiosa y de peregrinaje cuando menos regional, que atrajo a poblaciones muy cosmopolitas.

La decadencia de Cuicuilco y de otros asentamientos al sur de la cuenca sirvió para que las poblaciones emigraran hacia el noreste y se concentraran en Teotihuacan. La afluencia y el control de la población permitieron erigir las Pirámides del Sol y de la Luna antes del 100 d.C. Gran parte de esta población se dedicó, no obstante, a las tareas agrícolas. Sin embargo, también fundamentaron la evolución urbana en la explotación de las canteras de obsidiana gris que existían en el propio valle de Teotihuacan y de la obsidiana verde del Cerro de las Navajas en Pachuca (Hidalgo).

Durante la fase Tzacualli (1-150 d.C.) surgió un patrón de construcción de tres templos dispuestos en torno a una plaza rectangular, de los cuales el más alto fue el del centro. Más de veintitrés complejos de tres templos se erigieron, la mayoría de ellos, en torno a la Calzada de los Muertos y en el noroeste del asentamiento. La contemporaneidad de estos complejos parece indicar la dimensión política del sitio en esta fase. Millon supone que la orientación de la ciudad tiene un significado astronómico, sugiriendo que fue creada como un modelo cósmico, el ombligo del mundo. Para sacralizar aún más su función, la Pirámide del Sol fue construida sobre una cueva natural que adquirió un carácter sagrado, y estuvo emparentada con los mitos de la creación de la Humanidad.

En Miccaotli (150-200 d.C.) la orientación del centro cambió hacia el sur con la construcción de la Avenida Este-Oeste, donde se levantó la Ciudadela que contenía uno de los templos más carismáticos dedicado a la Serpiente Emplumada; el edificio estaba decorado con serpientes emplumadas y escenas acuáticas. Junto a él se colocaron dos amplios conjuntos de apartamentos en los que pudieron vivir los dirigentes de la ciudad. Enfrentado a la Ciudadela, en el sector oeste, se construyó el Gran Conjunto que pudo funcionar como un mercado regional. Esta nueva concepción del sitio es radicalmente diferente de la anterior, sugiriendo un profundo cambio político, donde el templo y la residencia de los dirigentes y el centro mercantil se sitúan juntos, muy centralizados. Se inicia la decoración de talud-tablero, que poco a poco cubrirá de manera uniforme todos los edificios y se convertirá en uno de los rasgos más sobresalientes de Teotihuacan.

Las fases Tlamimilolpa (200-400 d.C.) y Xolalpan (400-650 d.C.) fueron típicas de alta centralización y carácter corporado. En parte, esto estuvo relacionado con el desmesurado aumento poblacional, que llegó a alcanzar más de 150.000 habitantes. Algunos antiguos complejos de tres templos volvieron a ponerse de moda y se inició un gran programa constructivo de conjuntos de apartamentos, renovándose la importancia de la Calzada de los Muertos.

Los conjuntos de apartamentos son edificios multifamiliares, muchos de los cuales fueron construidos según medidas standarizadas de 60 por 60 m., y llegaron a ser cerca de 2.000. Son construcciones rodeadas de altas paredes y con una sola puerta de entrada. Comprenden habitaciones orientadas a uno o varios patios con áreas de vida, de actividades artesanales y de ritual, en cuyo centro suele haber un pequeño altar con talud tablero. El plano general de los conjuntos recuerda al de la Ciudadela. Las habitaciones porticadas son oscuras y sin ventanas, y sirvieron como cocina, almacén y para el descanso personal. Muy a menudo se colocó un importante enterramiento en el centro o debajo del altar del patio principal del conjunto, el cual guardaba los restos del antepasado fundador del grupo familiar de cada conjunto.

En cada edificio multifamiliar vivieron entre 60 y 100 personas, organizadas como unidades corporadas de familias emparentadas con una función, especialización e ideología religiosa similar. El tamaño y status de los conjuntos varió interna y externamente, de modo que la localización, extensión, materiales de construcción, decoración y restos internos de cultura material, evidencian la existencia de muchos estratos sociales. A un nivel superior, estos conjuntos se organizaron en barrios o distritos, dirigidos desde edificios más importantes de integración social, económica y religiosa. De esta manera, el Estado teotihuacano pudo controlar con relativa facilidad una población tan heterogénea; pues cada sector de unidades corporadas pudo ser aislado de los demás en momentos de dificultades sociales y políticas.

Las diferencias entre las casas y los conjuntos multifamiliares nos hablan de una sociedad jerarquizada en clases. Sobre estos datos R. Millon ha definido la existencia de seis clases sociales en el centro, al menos desde tiempos Tlamimilolpa. La cúspide de la pirámide social estuvo ocupada por la elite dirigente que actuó en actividades políticas y religiosas de importancia y en la guerra. También el comercio a larga distancia fue una actividad de elite. Los gobernantes fueron personalidades históricas sobre todo al final de Teotihuacan, y estuvieron en ocasiones identificados con los dioses. Las actividades rituales, en particular aquellas que adquirían connotaciones políticas, tuvieron una gran importancia estratégica.

En la base de la mencionada pirámide se situaron los campesinos, más de 100.000 hacia el 600 d.C., que vivieron tanto en los conjuntos multifamiliares de la periferia como en aldeas y poblados en el campo. En estos sitios los restos de cultura material están emparentados con actividades de la vida cotidiana.

Los artesanos y especialistas ocuparon niveles intermedios, pudiendo haber sido hasta 50.000. Vivieron en conjuntos multifamiliares agrupados por el parentesco y la misma especialización. Se han encontrado más de 100 áreas de trabajo de obsidiana, y se han detectado zonas en las que trabajaron los lapidarios que confeccionaron máscaras, ceramistas y otros especialistas, los cuales estuvieron también estratificados según su maestría y la categoría y status de sus obras.

En el oeste de la ciudad existió un barrio de zapotecos conocido como el Barrio de Oaxaca, y en el este el Barrio de los Mercaderes, que contenía evidencias de relaciones con grupos de Veracruz y del norte del área maya, los cuales debieron ocupar también niveles intermedios de la sociedad teotihuacana.

El medio de comunicación básico por medio del cual los teotihuacanos expresaron su ideología fue el arte mural, del que se conocen hasta ahora 350 ejemplos. Estos murales contienen temas litúrgicos dedicados al dios de la Lluvia, que suele estar ligado con serpientes emplumadas, peces, flores, estrellas y guerreros. Es el caso del Mural de Tepantitla y el Mural del Maguey. Otro conjunto temático corresponde a las mariposas, a menudo encontrado sobre los quemadores de incienso utilizados en rituales funerarios. Búhos, dardos y escudos forman un tercer complejo y están emparentados con la guerra, tal como se indica en el Palacio de Quetzalpapalotl. Un cuarto complejo de pinturas se centra sobre la representación de un culto y sus asistentes como en el Mural de la Agricultura; en él aparece la cremación de un muerto, un sistema funerario de amplio uso en la ciudad. El último conjunto se asocia con el agua subterránea, el inframundo y el fuego, con jaguares, símbolos de inframundo y trompetas de concha, que documentan la ideología teotihuacana en relación con el inframundo. También las figurillas de arcilla manifiestan la existencia de dioses básicos en el centro de México, como Xipe Totec, el dios de la lluvia (Tlaloc), la serpiente emplumada (Quetzalcoatl) y el dios del fuego (Xiuhtecuhtli).

La fase Metepec (650-750 d.C.) fue un tiempo de cambio e intranquilidad política, en que la población de la cuenca de México ya no se concentra de manera total en Teotihuacan, sino que surgen nuevos asentamientos que se estratifican desde poblados a pequeños centros como Azcapotzalco, evidenciando una paulatina descentralización del estado. Este acontecimiento es también un fenómeno interno, a juzgar por las figurillas hechas a molde que representan divinidades o guerreros indicativos de que el ritual ya no se llevó a cabo de manera exclusiva en los templos, sino que se desintegró en los conjuntos multifamiliares.

Al mismo tiempo se denota un poder económico más disminuido y la pérdida de contactos entre Teotihuacan y muchos centros de Mesoamérica. Coincide esta situación con profundos cambios políticos y económicos en esta Área Cultural, con centros muy expansionistas y agresivos como los de las tierras bajas mayas o, más tarde, Xochicalco, Cacaxtla y otros. La decadencia de la ciudad no fue abrupta, sino lenta, y culminó con la destrucción por medio del fuego de sus templos y edificos públicos más relevantes a lo largo de la Calzada de los Muertos y de la Ciudadela, hecho que coincidió con el abandono de la ciudad, que pasó a tener unos 25.000 habitantes.